un programa independiente

un programa independiente
no a la contaminacion

domingo, 13 de febrero de 2011

www.elvoceroisleño.com.ar La infamia de plantar un arbol, leer....

La frase que hace a nuestro título la tenemos como cabecera desde no sé dónde y desde no sé cuándo, no sé ni me importa de dónde salió, lo único importante es que llegada cierta edad hace un poco de eco en la cabeza y esto me está empezando a pasar.
Este pseudo escritor que en los próximos años va a estar entrando en las ligas mayores del reuma, mira para atrás y si bien podría escribir un libro de vivencias sin pestañar, la capacidad limitada de tiempo, ganas, espacio y talento me impiden ya desde el vamos cumplir el primer ítem, o sea, no existo. Por consiguiente y ante mi defensa (y la de varios) voy a compartir una nueva tríada que esté más al alcance del bolsillo de la dama o la cartera del caballero.
“Escribir un libro”, ¡uf! qué frase de imaginación larga, páginas danzando por toda la mesa, un escritorio interminable lleno de bosquejos, dedos ensangrentados sobre un teclado que ha robado el tiempo para ver una sonrisa, clavarnos una Quilmes bien helada o tan solo ponerla en un mañanero. De eso es que hablamos, no todos estamos a la altura de algún Pitufo Filósofo, no, somos Gruñón en mi caso, otros serán Tintín, Pitufina, o la gama completa de personajes que se te ocurran. Propongo algo, distinto pero no dispar: el generar la posesión, el objeto de culto familiar, la posibilidad de compartir y la obligación de participar. Agarrá lo que se te cante, el viejo pero muy actual Rivadavia tapa dura, por ejemplo, y empezá a compartir algo que te parezca importante, nada más que cosas sueltas, consejos que te han servido, qué viste o ves de la vida; pero nada producido, sé vos mismo, que te sientan, y copiálo de puño y letra para tu o tus hijos. El libro más importante será escrito con una historia familiar pero en el correr del tiempo, que sea escrito en presente así cada vez que te lean sientan que le están hablando. Que una experiencia no quede en el limbo del olvido, en uno queda la decisión de que sea válida para su inclusión o no… y ya va a llegar en algún momento el talentoso familiar con destino borgeano que quizás le dé una ribete para ser editado o le sirvan las historias para hacer algo, pero lo principal ya está y no es escribir un libro, es empezar una historia, la de tu familia.
“Plantar un árbol”. Qué tema este, meterse con la ecología… pero la mayoría de nosotros no tenemos la posibilidad de disfrutar de un pedacito de tierra y mucho menos de cuidarlo, esta generación de departamento o PH -de la cual soy parte-, no puede más que soñar con cuidar un bonsái, menos un árbol. Si lo meto en la plaza, me lo rompen los pibes con el fulbito, me lo mean los perros o me como una multa por dañar el espacio público. Estamos con las manos atadas mi viejo, pero siempre hay una salida loable, seamos prácticos: agarrá un cuadrito y una cartulina, empezá por vos en el medio con tu jermu, tus hijos abajo y los viejos arriba, locación de vida o tu punto de referencia en el mundo y ya empezaste a plantar el árbol, con el tiempo y la curiosidad tuya o de los tuyos vas a verlo crecer hacia arriba y hacia abajo. Así que cambiamos a “creá el árbol”.
Y la más terrible, “tener un hijo”. No hay nada más banal que esta frase, en nuestra naturaleza está el reproducirnos, sentimos placer en reproducirnos, cualquiera puede reproducirse e incluso con el “tener un hijo” castigamos a muchas excelentes personas que por alguna razón física no “podrían” llenar este casillero. A lo que voy es que cualquiera puede tener un hijo, desde una nena de tristes 12 años hasta un pedófilo hijo de puta. Cambiémoslo por “educar un hijo”: no hay nada más valioso que invocar en un párvulo tus principios, educar su infancia con la distancia necesaria para que crezca en libertad su personalidad, tomar una distancia siempre presente, siempre expectante. No importa que sea de tu sangre, un salto de fe en la vida se encuentra en varios orfanatos. Pero lo más importante será verlo crecer y hacer lo mismo, de forma distinta seguramente, pero la semilla que uno planta y el tiempo que uno invierte en su cuidado es el espejo que mirará en su futuro y quizás así a lo largo de las generaciones.
En fin, creo que el título de este texto al día de hoy es obsoleto y lo podríamos cambiar fácilmente por “Empezar un libro, colaborar en el árbol y educar un hijo”.

Alejandro Di Menna

No hay comentarios:

Publicar un comentario